Autoatentados, montajes y sospechas: Cuando la teoría del Estado entra en nuestras cabezas

Extraído del Kalinov Most #4. Publicación Anarquista Internacional /Abril 2019

Contra la represión y su forma de pensar

Inseparable resulta ser la lucha contra el dominio y la respuesta generada por parte de los poderosos. La represión es parte intrínseca de la lucha por la liberación, no hay sorpresas ni novedades respecto a eso, o al menos no debería haberlas.

Es entonces que se hace necesario el reflexionar, investigar y estudiar a la represión, sus tácticas, funcionamientos, mecanismos y perversas dinámicas. Repetir y mantener la caricatura de la policía golpeando, aun cuando es real, también es insuficiente y limitado para comprender cómo el dominio se defiende, y sobre todo cómo reproducimos formas de pensar en quienes dicen combatirlo.

Es en este proceso de continuo aprendizaje y enfrentamiento que la crítica ha sido nuestra mejor arma para ir superando lugares comunes y formas de pensamiento estériles e inofensivas. En este sentido desde hace tiempo y en distintos lugares se ha buscado contribuir a cuestionar el concepto de “montaje policial” como defensa política, lejos de reflexionar sobre la puesta de pruebas para inculpar a un sujeto, se ha buscado ahondar en su significado, consecuencia y finalmente en el rol abiertamente victimista que suele acarrear. Es en este ejercicio de profundizar las reflexiones, de agudizar nuestra mirada y de despojarnos de formas de pensar que terminan siendo funcionales para el sistema que nos parece necesario ampliar la crítica a otros usos que se han dado al concepto, ya no desde el plano jurídico sino como herramienta a la hora de analizar el contexto de guerra social.

Esta vez nos parece importante profundizar las acusaciones de montaje sobre ataques o acciones. Desde hace años ha existido cierta postura, cierto razonamiento que en algunas ocasiones aflora, en otras permanece en silencio, a veces se murmulla, mientras que otras tantas se esgrime como argumento de defensa: observar la mano estatal ya sea teledirigiendo, permitiendo, direccionando o derechamente realizando ataques contra el dominio. Esta acusación, más que algunos casos puntuales, la comprendemos como una forma de pensar, racionar y ver la realidad, en particular de ver las distintas formas de confrontar al dominio, desde atentados o disturbios.

Desde aquel prisma se observa el ritmo de la guerra social a todo nivel y en toda escala, es así como las llamadas teoría de la conspiración se acoplan tanto a nivel mundial como geopolítico. Solo basta con observar sus innumerables adeptos-más de algún cercano- que observan logias secretas en los atentados de las torres gemelas, la existencia de Isis, sus atentados, los iluminatis, reptilianos, gobiernos mundiales, dictaduras extraterrestres, etc (1). Más allá de divagar nos interesa destruir los razonamientos que se esconden en esas afirmaciones, en distintas escalas.

Desde la contrainteligencia y la falsa bandera, una breve repaso histórico

Si bien las teorías y prácticas destinadas a confundir, generar falsos ataques o falsos responsables son bastante antiguas, hemos querido ir a la teorización de los expertos para definir conceptos: la formación contrainsurgente norteamericana.

Durante la década de los 60 y 70 distintos militares latinoamericanos fueron formados en la Escuela de las Américas buscando detener y combatir las expresiones de confrontación al orden en el continente. Instruidos por la CIA, la doctrina contrainsurgente y de Seguridad Nacional se ha transformado en una verdadera tradición a la hora de controlar al enemigo interno, realizar trabajo de inteligencia y desarticular por todos los medios las expresiones antagónicas.

El arte del engaño fue teorizado por sus expertos en el “Manual de Campo del Ejercito 30-31b”, donde buscando una posición más dura contra la subversión se señala de forma explícita:

“Puede haber momentos en que los gobiernos receptores se muestren pasivos o indecisos ante la subversión comunista y, según la interpretación de los servicios secretos estadounidenses, no reaccionen con suficiente eficacia (…) Los servicios secretos del ejército US tienen que contar con medios para realizar operaciones especiales que convenzan a los gobiernos receptores y a la opinión pública de la realidad del peligro insurreccional. Para alcanzar dicho objetivo, los servicios estadounidenses deben tratar de infiltrarse entre los insurgentes mediante agentes enviados en misión especial, que deben formar grupos de acción especial entre los elementos más radicales de los insurgentes (…) De no ser posible infiltrar con éxito a esos agentes en los mandos rebeldes, puede resultar de utilidad usar como instrumento a organizaciones de extrema izquierda para sus propios fines con vistas a alcanzar los objetivos expuestos anteriormente. (…) Estas operaciones especiales tienen que mantenerse en el más estricto secreto. Sólo las personas que actúan contra la insurrección revolucionaria conocerán la implicación del ejército estadounidense en los asuntos internos de un país aliado”.

El objetivo sería por un lado la clásica infiltración de los grupos considerados peligrosos por el Estado, pero también la capacidad autónoma de instrumentalizar o realizar acciones tendientes a generar un consenso social y la adopción de determinadas políticas por parte de los Estados. Pero como buena película de espías, mensajes ocultos y contraocultos, la existencia de este mismo manual ha sido considerado por parte del gobierno norteamericano como una falsificación y montaje de parte de los soviéticos durante la guerra fría. En otras palabras: el manual que relata cómo fabricar montajes y culpar a los enemigos, no sería más que un montaje buscando culpar a otros enemigos. Un chiste ridículo y sin gracia en medio de la confrontación entre potencias sedientas de extender sus reinados. Pero vamos a lo nuestro, lejos de análisis limitados de antiimperialismo (2), la cita del “Manual de Campo del Ejercito 30-31b” –real o no real- nos muestra y resume una táctica sabida y conocida por parte de los Estados.

El concepto de bandera falsa es ampliamente conocido en la jerga militar donde se busca realizar un acto para luego atribuirlo al bando contrario. ¿El objetivo? Pueden ser muchos y diversos, desde deslegitimar al bando contrario, sembrar confusión o la apuesta por una reacción esperada y esperable por parte de la sociedad, el Estado o la represión.

Es innegable la existencia de estas prácticas por parte de los organismos de inteligencia, a veces de forma autónoma, a veces mediante infiltraciones dirigidas o en coordinación con grupos de ultraderecha. Negarlo es obviar parte de la realidad y por ende desarrollar conclusiones y evaluaciones erróneas. Para desarrollar nuestra crítica a la teoría de los montajes, tenemos que partir de una base: existen, son posibles y realizables por parte del Estado.

A continuación realizaremos un breve recuento de algunas experiencias de la represión.

Algunas experiencias de falsa bandera

El 12 de diciembre de 1969 un potente artefacto explosivo estalla en horas de la tarde contra las oficinas del Banco Nacional de Agricultura ubicado en la plaza Fontana en Italia, 17 personas murieron y 88 resultaron heridas. La represión adjudicó el atentado a los anarquistas desarrollando una amplia y masiva cacería con cerca de 80 detenidos, entre ellos el tristemente célebre Giuseppe Pineli (3), quien fue lanzado por la policía desde un cuarto piso al momento de ser interrogado.

Si bien las investigaciones judiciales se enmarañaron en la búsqueda de supuestos responsables, las versiones de los compañeros han hablado de la existencia de la Operación Gladio, una coordinación paraestatal por parte de los distintos servicios de inteligencia bajo la dirección de la OTAN y la CIA que buscaría impedir el avance de la izquierda. Es así como mediante ataques coordinados con grupos de derecha y la inteligencia se buscaría empujar a Italia a derechizar al gobierno y expandir el control. Algunos señalan estas expresiones como el comienzo de la estrategia de la tensión, que luego se desarrollará ampliamente en Italia en los llamados “años de plomo”.

Otro hito importante en el mismo territorio lo podemos situar el 2 de agosto de 1980, cuando una poderosa bomba puesta al interior de una maleta es abandonada en la sala de espera de una estación de trenes en Bolonia. Para éxtasis y deleite de los actuales ecoextremistas y yihadistas la bomba explota causando cerca de 85 muertos y más de 200 heridos entre transeúntes y viajeros. El atentado fue realizado por miembros del grupo fascista Ordine Nuovo en complicidad con los servicios secretos italianos buscando culpar a las Brigadas Rojas o distintos grupos subversivos para derechizar al Estado y fortalecer la represión.

En el territorio dominado por el Estado Español en plena transición del régimen franquista, la central anarcosindicalista CNT convocó una gran manifestación para el 15 de enero de 1978 en la ciudad de Barcelona. Una vez culminado el multitudinario encuentro, un grupo de jóvenes decide arrojar piedras y atacar con algunos cocteles molotovs la fachada del salón de fiestas y eventos llamado Scala.

Con la fachada de piedra intacta pese a los cocteles incendiarios el edificio comienza a incendiarse descontroladamente llegando a derrumbarse parcialmente costando la vida de cuatro trabajadores en su interior. ¿Qué había ocurrido? Artefactos incendiarios habrían sido colocados al interior por parte de la policía que en coordinación con un colaborador habrían tramado este desenlace. Joaquín Gambin, apodado paradójicamente “El Grillo” (4), se infiltró en la CNT específicamente en un grupo de compañeros jóvenes para incentivarlos a atacar el salón de fiestas tras la manifestación. La estrategia policial consiguió con éxito que se atacara la fachada del salón de eventos, mientras por otro sector se incendiaba, todo esto para buscar la deslegitimación de las manifestaciones convocadas por la CNT en el contexto particular de la transición española.

Amplia repercusión mediática generó el incendio además de una represión selectiva contra algunos compañeros que fueron condenados y encarcelados, entre ellos Xavier Cañadas, quien detalló cómo fue llevado su proceso y su estancia en la cárcel (5).

En el territorio dominado por el Estado chileno, además de la serie de acciones en medio de la guerra sucia por parte de los servicios de inteligencia durante la lucha contra la dictadura, vale la pena remontarse a septiembre del 2001, cuando en plena conmoción mundial por el atentado a las torres gemelas, una carta-bomba era enviada a la embajada de Estados Unidos en Chile y a las oficinas del reconocido abogado de derecha Luis Hermosilla. Los sobres consiguen ser desactivados y al día siguiente el reconocido informante de inteligencia, Lenin Guardia se presenta ante las autoridades para señalar que maneja información sobre los supuestos autores. Guardia no era un desconocido para el gobierno, trabajó activamente con los servicios de inteligencia durante la transición a la democracia desarticulando las expresiones de lucha armada por parte del Mapu-Lautaro y el FPMR.

Tras el pago de un millonario sueldo, Guardia señala como pista probable a integrantes del FPMR en el envío de sobres explosivos. Finalmente y tras algunas contradicciones se descubrió que el propio Guardia junto con un ex colaborador de los servicios de inteligencia, Humberto López Candia habrían sido los que fabricaron y enviaron los paquetes para ofrecerse como informantes y conseguir dinero.

En julio del 2008, en plena intensificación de atentados explosivos por parte de grupos anárquicos un nuevo grupo sale a la palestra: el Frente Anarquista Revolucionario (FAR).

Mediante una iconografía bastante absurda y un lenguaje que mezclaba ideas y conceptos usados con la más absoluta ignorancia comienzan a revindicar distintos hechos fortuitos o a veces imaginarios: incendios, cortes eléctricos, artefactos explosivos en lugares inexistentes, etc.

Durante meses el grupo emite una serie de comunicados, hasta que son groseramente silenciados luego de un ataque explosivo revindicado por parte de las “Columnas armadas y desalmadas Jean Marc Roullian”, quienes al parecer desenmascaran las verdaderas intenciones de este inexistente grupo:

Solo nos resta decir que nuestra hipótesis apunta a la necesidad que tiene el Estado a través de sus aparatos contrainsurreccionalistas de detener la incontrolable acción social que se ha agudizado los últimos años y para ello no escatimará en recursos: de la clásica infiltración de los que se encuentran verdaderamente operando se llega al montaje de grupos falsos para intentar insertarse en el medio subversivo y validar una organización por la cual después algunos compañeros de verdad caerán. Recordemos que la FAR aparece en escena después de la cita cumbre de los servicios de inteligencia de las instituciones represoras del Estado ocurrida a mediados de este año 2008 y que tuvo como resultado la creación de una nueva oficina que centralizara los esfuerzos para atrapar a los integrantes de grupos insurreccionalistas que venían y vienen sembrando el pánico entre capitalistas y represores desde hace unos años. Lo recordamos (6).

Tras esto, las FAR, sencillamente dejan de existir.

El 21 de mayo del 2016 los disturbios sacuden la ciudad de Valparaíso durante la cuenta pública por parte de la presidencia. Barricadas incendiarias y ataques a la policía se multiplican por las calles del puerto cuando el humo producido por el saqueo e incendio a una farmacia se propaga a un edificio adyacente asfixiando a un trabajador municipal que se encontraba encerrado custodiando las oficinas.

Meses más tarde son detenidos algunos compañeros y llevados a juicio, quedando en evidencia una táctica policial común en los disturbios durante los últimos años, lo que nos muestra otra perspectiva bastante repetida sobre la participación de policías en disturbios. Miembros de inteligencia se infiltran encapuchados para deambular cerca de los disturbios (7), participando de una u otra forma buscando validarse en medio del anonimato de las capuchas mientras graban todo a su alrededor y recolectan pruebas. El objetivo es captar de cerca imágenes de quienes participan activamente en los disturbios aprovechándose de esa afinidad tan exquisita que da la calle, donde sin conocerse lxs anonimxs se encuentran, apoyan y forjan complicidades en el ataque y la violencia callejera.

Estos son solo algunos casos, abundan otros en distintos países y periodos. Lo que queremos decir es que es posible y ha pasado, pero con esto no todo está dicho…

El comienzo de un mito…El incendio del Reichstag

Cerca de las 21:00hrs de un 27 de febrero de 1933 el sonido de vidrios irrumpe la tranquila noche de Berlín. El ruido proviene del edificio del Reichstag, nada menos que el parlamento alemán, a los pocos minutos y desde el interior extensas lenguas de fuego comienzan a consumir el inmueble desatando un incendio.

En tan solo 25 minutos el fuego se descontrola, y pese a la llegada de bomberos y policías el siniestro no se consigue controlar. El parlamento queda de la mejor manera que puede quedar una institución estatal: incinerada y con las ruinas calcinadas.

Casi un mes antes de estos acontecimientos, el propio Adolf Hitler había sido nombrado canciller, el incendio al Reichstag movilizó todas las fuerzas del Partido Nacional Socialista culpando a los comunistas del atentado consiguiendo que se realizaran una serie de detenciones durante la misma noche. Es en medio de la campaña por la consolidación en el poder por parte de los nazis que en cuestión de horas consiguen presionar al presidente Paul von Hindenburg para firmar el “Decreto del Incendio del Reichstag”, una ley de emergencia y excepcionalidad destinada a “la protección del pueblo y el Estado” que suspendía una serie de libertades democráticas, perseguía a los adversarios políticos además de asignar la pena de muerte al delito de alta traición a la nación. Los nazis comenzaban a hacerse del control del aparato estatal.

En el mismo lugar del siniestro el joven Marinus Van Der Lubbe había sido detenido. Lubbe admitió ser el autor del incendio y asumió su pasada militancia comunista. Para los nazis fue la confirmación de que el atentado sería una señal a la hora de desencadenar un golpe de Estado por parte del comunismo internacional.

Georgi Dimitrov, Vasil Tanev y Blagoi Popov, tres reconocidos dirigentes comunistas son detenidos al poco tiempo y sometidos a un juicio junto con Marinus por el siniestro. Durante el proceso, los primeros, acusaron a los nazis de haber montado el incendio para controlar el aparato estatal y acusar a los comunistas. El propio Dimitrov en una audiencia solicitó que Marinus Van Der Lubbe fuese “condenado a muerte por haber actuado en contra del proletariado” (8).

Los distintos partidos comunistas a nivel mundial y el estalinismo soviético se cuadraron con la tesis del autoatentado y el montaje, acusando a Von Lubbe de ser un agente de las milicias nazis o sencillamente un “tonto útil” para sus intereses.

El provocador desconocido se preocupó de todos los preparativos del incendio. Este Mefistófeles supo desaparecer sin dejar rastro. Y aquí sólo tenemos al ‘instrumento’ estúpido, al pobre Fausto, pero Mefistófeles, ha desaparecido… Lo más probable es que fuera en Hennigsdorf donde se tendiera el puente entre Lubbe y los representantes de la provocación política, agentes de los enemigos de la clase obrera” (9) – Georgi Dimitrov-

Finalmente el 23 de diciembre de 1933 Marinus Van Der Lubbe fue condenado a muerte, mientras que Dimitrov, Tanev y Popov fueron absueltos de todos los cargos, para luego refugiarse en la URSS. El 30 de enero de 1934, la guillotina cortaba el cuello de Marinus.

Pero no terminó todo ahí, la teoría ha trascendido durante décadas anclándose como una verdad histórica, incluso el concepto “El incendio al Reichstag” ha sido usado continuamente dentro de la politología a la hora de situar un hito de bandera falsa y autoatentados. Algunos incluso han llegado a señalar que el ataque incendiario mostró un adelanto sobre el funcionamiento de la maquinaria propagandística de los nazis, y que sin este “montaje”, los nacionalsocialistas no hubiesen podido ocupar y consolidarse en el poder…pero ¿y Marinus Van Der Lubbe?

El “tonto útil” había nacido en los Países Bajos en 1909, desde joven trabajó en la construcción sufriendo una serie de accidentes laborales que lo dejaron con una ceguera parcial y crónica. Tras ingresar un tiempo a militar en el partido comunista rápidamente se aleja de él adscribiendo a posiciones antiparlamentarias cercanas al comunismo de consejos.

Marinus participó activamente en huelgas, enfrentamientos con la policía, agitación y la elaboración de periódicos donde fomentaba la formación de comités autónomos de acción lejos de cualquier partido político. El joven Lubbe viaja a través de Europa por Hungría, Yugoslavia, Austria y decide emprender rumbo a Alemania tras enterarse del sostenido ascenso al poder por parte del Partido Nacional Socialista: Cuando Hitler llegó al poder, pensé que levantaría el entusiasmo en Alemania, pero que también provocaría graves tensiones. He comprado todos los periódicos que publican noticias sobre el tema” (10).

Tras su detención Lubbe entrega una declaración certera a la policía e interrogadores, palabras que buscaron ser silenciadas por los nazis que atribuían a la conspiración internacional del comunismo la autoría, y por parte del estalinismo que lo indicaba como un agente infiltrado o una simple pieza de un autoatentado.

Era absolutamente necesario hacer algo para protestar contra este sistema. Como los trabajadores, claramente, no quieren hacer nada, he querido hacer algo por mí mismo, He pensado que provocar un incendio en alguna parte era un medio válido. No he querido atentar contra individuos, sino contra algo que pertenezca al sistema. Los edificios públicos estaban todos, pues, en el punto de mira como, por ejemplo, la Oficina de Ayuda Social, porque es un edificio donde se encuentran los trabajadores. Luego, el ayuntamiento, porque es un elemento del sistema, y después el palacio imperial (11). Este último porque está situado en el centro y si se hubiese quemado, habría provocado grandes llamaradas visibles desde lejos. Como esos tres incendios no se produjeron y mi gesto de protesta no servía de nada, elegí el Reichstag porque es un punto central del sistema (…) A la cuestión de saber sí he actuado solo, declaro que ese es el caso. Nadie me ha ayudado en mi acción y tampoco he encontrado a nadie en el edificio del Reichstag» (12).-Marinus van der Lubbe-

El gran inicio e hito de las operaciones de falsa bandera, no es nada más que una falsificación de una falsificación, que se ha expandido e incorporado como modo de pensar en la actualidad, donde pareciera ser que sigue siendo más fácil pensar que los nazis siguen quemando parlamentos.

La continuidad de las sospechas

Aquella mirada que ve las manos policiales detrás de todo acto que salga de la norma (incluyendo a veces la norma y rutina de la violencia revolucionaria) fomenta la sensación de impotencia y frustración, donde termina siendo imposible oponerse al Estado sin reproducir sus jugadas. Detrás de todo ataque se esconderían los servicios de inteligencia que –en el mejor de los casos- permite que suceda, como si se tratase de un experto jugador de ajedrez que ve 4 jugadas más frente a su novato contrincante.

Sanguinetti, reconocido por su participación en la sección italiana de la Internacional Situacionista señala: “Todos los actos espectaculares de terrorismo están teledirigidos, o directamente ejecutados por nuestros servicios secretos” (13). Lejos de discutir o no el concepto de terrorismo, comprendemos a la perfección lo expuesto por Sanguinetti. El objetivo entonces sería “Hacer creer a toda la población, desde entonces intolerante o en lucha contra el Estado, que tiene “al menos un enemigo en común” con él, enemigo contra el que el Estado la protege, a condición de no ser cuestionado por nadie. La población es generalmente hostil al terrorismo, y no sin razón, debe pues reconocer que, “al menos en esto necesita” al Estado, en el que en consecuencia debe delegar los más amplios poderes, con el fin de que pueda afrontar con energía la ardua tarea que constituye la defensa común contra un enemigo oscuro, misterios, pérfido, despiadado y, en una palabra, quimérico” (14).

Lo que podría ser una precisa reflexión sobre la política del antiterrorismo, se transforma en la permanente sospecha tras las acciones. Es así como desde Italia en los 70 hasta Chile, se repite y permanece aquella continua suspicacia.

La agitada lucha de las comunidades mapuche contra el Estado chileno y las forestales ha conllevado desde décadas el uso de la violencia política, en ese sentido el ataque a infraestructuras del Estado-Capital ha sido reiterado, particularmente destacándose la sistemática quema de camiones en el Wallmapu. Durante el último tiempo no son pocas las versiones que han circulado sobre autoatentados por parte de los camioneros destinados a cobrar el seguro. Si bien efectivamente han existido uno o dos casos bastante burdos en ese sentido, los argumentos reposan sobre una serie de ridículas conclusiones: el incendio solo habría afectado a la cabina y no la carga del camión, la imposibilidad de cometer un ataque incendiario con toda la militarización por parte de la policía en el territorio y la supuesta poca credibilidad de los panfletos encontrados.

Estas teorías buscan en su ingenuidad defender la “causa mapuche” terminando por negar completamente la potencialidad de la confrontación, las posibilidades reales de hacer frente a la infraestructura estatal a pesar de todos los recursos destinados para la represión, pero también esta mirada invalida cualquier logro y avance en la confrontación con el Estado.

En la continuidad de la acción explosivista siempre han abundado las suspicacias o mejor dicho, las críticas disfrazadas de sospechas donde se acusa de una supuesta facilidad por parte de lxs autores de concretar la acción, la “extraña” capacidad de no dejar rastros o el alcance a objetivos fuertemente vigilados. Resulta realmente imposible la cantidad de veces que esos comentarios se han esparcido a modo de crítica pero que se esfuman al momento que algún compañerx cae en prisión y se asume como responsable de la acción. En otras palabras: el dominio está en todos lados, es imposible enfrentarlo sin ser detectados y todos los ataques son pantomimas policiales.

Estas versiones vuelven a revivir con los nefastos actos protagonizados por los ecoextremistas, quienes son acusados de ser miembros de la policía. Las sospechas simplemente parcializan la realidad observando como imposible el desarrollo de estas fantasiosas tendencias, pero al mismo tiempo restan toda la fuerza para realizar una crítica destructiva hacia estos curas de lo salvaje (15). Es más fácil señalar como autores a la policía, que enfrentar la existencia de aquellos delirantes sacerdotes y combatirlos.

Como último aspecto podemos recordar lo ocurrido tras el atentado al Subcentro (16), donde sobraron las versiones que veían la mano policial en este acto para justificar una nueva reforma a la ley antiterrorista (como si necesitaran justificaciones) o una nueva excusa para “criminalizar” a los anarquistas (como si no fuera lógico que el Estado “criminalice” a quienes desean su completa destrucción). Barajar estas teorías como únicas posibles solo por la anomalía de la acción es fortalecer y estancarse en una rutina y modelo único de actuar, pero también impedir la necesaria discusión sobre el desarrollo de la violencia revolucionaria (17) desconociendo las múltiples variables a lo largo de la historia que ha generado su uso (18).

Por otra parte podemos reconocer las aburridas y repetidas críticas a los disturbios acusando a sus participantes de ser agentes infiltrados o provocadores de la policía. Solo basta recordar como uno de los puntos más álgidos la serie de manifestaciones en memoria y venganza por el compañero Santiago Maldonado, donde lxs compañerxs eran acusadxs continuamente de ser policías, siendo fotografiados y a veces expulsadxs de las propias manifestaciones. Pero esta acusación se complementa, ya que en caso de no ser agentes de la policía, a lo menos se dejaría actuar para así disolver la manifestación, “criminalizarla” o impedir que se visibilice la protesta. La violencia callejera viene a romper con aquella forma de protestar vinculada a caminos ciudadanistas que buscan un entendimiento con el poder, truncando felizmente las aspiraciones de algún dialogo o aceptación social. Lo único positivo que nos podrían generar estas ridículas críticas dicen relación con reflexionar sobre la posibilidad de agudizar nuestra negación a este mundo: ¿Cuándo realmente un disturbio se sale de control? ¿Qué tan rutinario o incontrolable son los disturbios? ¿Cuáles son las limitancias y potencialidades de la violencia callejera? Claro está, siempre tendiente a ir por más y no buscando limpiar una imagen, que en verdad nunca hemos querido ni pretendido.

Contra la teoría de la conspiración por una verdadera conspiración

Efectivamente el Estado mediante sus servicios de inteligencia ha realizado autoatentados y operaciones de falsa bandera. El Estado puede hacerlo directa o indirectamente, puede permitirlo y hasta teledirigirlo, es una posibilidad cierta y real pero esto no significa que siempre cada acción sea un “montaje”, ya sea para reprimir alguna expresión o justificar alguna nueva vuelta de tuerca del engranaje estatal.

Mantener esta visión como certeza elimina la posibilidad de oponerse a este mundo, blanquea e higieniza la violencia política a niveles puros, idílicos, inocuos e irrealizables poniendo sospecha sobre todo rechazo al sistema, desmovilizando al mostrar una enorme trama entre poderes donde solo nos queda ser espectadores sin encontrar nunca un genuino y puro antagonismo que se salve de las jugadas estatales.

Vale la pena señalar algo de Perogrullo que tantas veces se olvida. El Estado no necesita excusa para reprimir, se impone por la fuerza y la violencia, y la estrategia del ataque-respuesta-contraataque también ha sido usada por revolucionarixs en distintos momentos, tendientes a agudizar la confrontación con el sistema. Pretender oponer y atacarlo sin que exista una respuesta es de una peligrosa ingenuidad.

Observamos que estas teorías de la conspiración y sospechas se asientan sobre una crítica a la acción individual o grupuscular. Los ataques serían autoatentados del Estado, toda vez que no hayan sido realizados por “la masa”, el “proletariado en su conjunto”, “el pueblo”. La imposibilidad de ver un ataque prístino se encuentra íntimamente relacionada con la necesidad de legitimación y aceptación por parte de la sociedad, un argumento que nos remite a la “defensa” de Dimitrov contra Labbe: “¡Trabajo de masas, lucha de masas, resistencia de masas, frente único, y nada de aventuras!” (19).

También se ha señalado por parte de autodenominados estrategas la siguiente máxima: la utilidad de una acción se mide por el resultado. De esta forma las acciones cuyos resultados han generado un incremento en los niveles de represión, daños a terceros o el fortalecimiento de alguna determinada estrategia del Estado quedarían bajo sospecha de ser realizadas por agentes estatales. Pero, ¿Es posible una certeza científica en la ecuación acción = resultado? Querer observar el desarrollo de la guerra social de forma matemática es no comprender la dinámica de los conflictos y del propio enfrentamiento contra el dominio y el poder. Las certezas a la hora de confrontar el orden actual se centran en las motivaciones y voluntades, más que en el devenir de los resultados o en la capacidad que tenga el Estado de salir victorioso de cualquier hostilidad, más que mal, hasta cuando pierden ganan.

Se hace necesario validar la opción por el ataque y la confrontación multiforme como también ser conscientes de la permanente respuesta y represión por parte del Estado. No basta conocer las estrategias “sucias” del poder o el enjambre tecnológico a su disposición sino que es necesario desterrar de nuestras mentes cualquier pensamiento que lleve a un callejón sin salida repleto de frustración, impotencia y sensación de control absoluto por parte de los poderosos para abrir paso al mundo de las posibilidades en la confrontación, muchas veces sin seguridades en el mañana pero repleta de certezas que la única oposición a este mundo y negación se encuentra en la lucha contra toda autoridad.


Notas:

(1) Este no será el espacio para debatir su existencia, funcionalidad, ridiculez, o plausibilidad de alguna o todas estas teorías que abundan y se amontonan en internet.

(2) Las críticas al antiimperialismo merece una profundización aparte, sobre todo en lo extendido al interior de la cultura de izquierda, pero básicamente remite a identificar todos los males al imperialismo o en algunos casos al gobierno norteamericano, levantando implícitamente una defensa del tercer mundo, sus gobiernos y luchas de liberación nacional. Si bien es innegable la influencia geopolítica de las potencias, desde una postura ácrata de negación nos encontramos bastante lejos de éstas, pues deseamos destruir la autoridad y el poder, sea esta imperialista, norteamericana o latinoamericana, demócrata o dictatorial.

(3) Imposible resulta no ver las semejanzas con el asesinato policial del compañero anárquico Andrea Salsedo en 1920 en EEUU, durante la represión a los círculos anarquistas de acción italiano, que luego devino en la detención de Sacco y Vanzetti.

(4) Una llamativa coincidencia con el delirante colaborador de la policía en Chile, quien bajo el mismo apodo fantaseó e inventó declaraciones en el marco del Caso Bombas durante el 2010.

(5) Para más información revisar el libro: Cañadas Gascón, Xavier. Entremuros. Bilbao, Ediciones Muturreko, 2001.

(6) Atentado explosivo contra Movistar y Automotora Derco Center, 14 de diciembre del 2008, disponible en Armadxs de Nuestras Negaciones 2007-2008.Compendio de acciones contra el dominio en Chile, Colecciones Memoria Negra, 2018, p.163.

(7) Lejos de especular sobre alguna responsabilidad de la policía en el incendio, comprendemos que sucedió en el contexto de enfrentamientos y disturbios descontrolados. En este punto más que hablar de las fuerzas represivas como ejecutores del incendio, nos referimos a su presencia encapuchada por parte de la policía durante los disturbios.

Para graficar de mejor forma, recomendamos observar el interesante registro disponible en internet bajo el título “MARCHA VALPO DIARIO” en el link https://www.youtube.com/watch?v=hWTrRb3QyIM

(8) L’Humanité, órgano del PC francés, 17 de diciembre de 1933.

(9) Discurso al final del juicio el 16 de diciembre de 1933 en El Proceso de Leipzig (1933-1934), Editorial de libros en Lenguas Extranjeras. Sofía, 1962; p.173.

(10) Nico Jassies, Marinus van der Lubbe y el incendio del Reichstag. Alikornio Ediciones. Barcelona 2008.

(11) El 25 de febrero de 1933 amagos de incendio sacuden las oficinas de Ayuda Social de Neukölln, el Ayuntamiento y el Palacio Imperial.

(12) Nico Jassies, Marinus van der Lubbe y el incendio del Reichstag. Alikornio Ediciones. Barcelona 2008.

(13) Sanguinetti, Gianfranco. Sobre el terrorismo y el Estado. La teoría y la práctica del terrorismo divulgadas por pirmera vez, 2017, Editorial Pensamiento y Batalla, p. 53.

(14) Ibíd p.20.

(15) ¿Será necesario gastar más tinta para desgastarnos en las críticas al ecoextremismo y la misantropía?. Quien quiera interiorizarse puede revisar: “Tendencias salvajes misantrópicas: otras expresiones de autoritarismo y de pensamiento sagrado”. Kalinov Most # 1, octubre 2017, pp 35-40; “¿Acabar con la humanidad para acabar con el dominio? Sobre la corriente misantrópica en entornos anárquicos”. Kalinov Most #3, octubre 2018, pp 13-20..

(16) El 8 de septiembre del 2014 un artefacto explosivo compuesto de pólvora negra dentro de un extintor estalla a las 14:05 hrs en un pequeño centro comercial a las afueras de un metro Escuela Militar. El estallido que deja a cerca de 14 personas heridas es revindicado posteriormente por la “Conspiración de las Células del Fuego (Chi)”, quienes señalaron: “Sepan que dimos aviso al 133 a más de 10 minutos antes de la detonación, esperando que la policía reaccionara evacuando el lugar, pero hicieron caso omiso a esta información detonando el artefacto y causando varios herido, los cuales lamentamos, dejamos en claro que nuestro objetivo no eran los consumidores y/o trabajadores, sino las estructuras, propiedades y esbirros del poder. Su incompetencia e inoperancia contribuyo al daño causado a las personas lesionadas. Los grandes asesinos y terroristas siempre han sido los aparatos represivos del estado”.

(17) Un amplio e informal debate surgió respecto a la confianza por parte de los grupos de acción a la hora de llamar por teléfono para desalojar un lugar, como también el objetivo de los ataques en general. Algunas apreciaciones fueron difundidas por internet por parte de “Núcleos de Ataque por la Liberación”, “Algunos ingobernables anárquicos desde la región” o “Bravata vandálica”.

(18) Las muertes y heridas de compañeros manipulando artefactos explosivos o los accidentes a la hora de ejercer violencia revolucionaria tanto para los autores como para terceros terminan siendo en último minuto imponderables de los que si bien no es posible desentenderse, muchas veces tampoco es posible contemplarlos o preverlos.

(19) Dimitrov en El Proceso, págs. 166 a 168.